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Viernes 29 de Marzo de 2024, Buenos Aires Argentina, Año XXII, Nº 8848

Mundial 1950-
Mundial 1950

Mundial 1950-

Los Datos


Los Participantes: Uruguay, Brasil, Yugoslavia, Suiza, Italia, Inglaterra, Chile, Estados Unidos, Paraguay, México, Bolivia

Comentario
Después de la Segunda Guerra Mundial, el Congreso de la FIFA reunido en julio de 1946 en Luxemburgo decidió otorgarle a Brasil la posibilidad de ser sede de la 4ª Copa del Mundo. El entusiasmo inicial era grande, a tal punto que los inscriptos fueron 33. Entre ellos apareció por primera vez Inglaterra, que abandonó la soberbia y anunció su intervención en un Mundial: los inventores del fútbol reconocieron que el período de aprendizaje de los alumnos ya había concluido. Sin embargo, fueron varios los problemas que se suscitaron para la organización. Primero se propuso cambiar el modo de disputa reemplazando la eliminación directa por un sistema de grupos. Esta postura fue aceptada, pero generó recelo y las primeras renuncias a participar. Luego Escocia, Austria, Perú, Birmania, Ecuador, Filipinas e India también desistieron. De igual modo, Argentina desertó en una renuncia tan sorpresiva como polémica. En ese momento la Selección representaba lo más alto del fútbol sudamericano. Las desavenencias entre la AFA y la Confederación Brasileña de Fútbol, y el éxodo de jugadores a Colombia en 1949 provocaron el quedo albiceleste. Al fin y al cabo el Mundial de Brasil lo empezaron apenas 13 selecciones, divididas en cuatro grupos. Uno de ellos, el 4, estaba integrado por tan sólo dos equipos: Uruguay y Bolivia. Los celestes, al igual que España, Suecia y el local, obtuvieron el pase a la siguiente ronda, que sería un grupo todos contra todos del que saldría el campeón. Brasil -el gran favorito- disputó sus tres partidos en el flamante Maracaná de Río de Janeiro. En el primero de ellos le ganó a Suecia 7 a 1. Cuatro días más tarde vapuleó a España 6 a 1. El último partido fue ante Uruguay. Este encuentro resultó una verdadera final, ya que los charrúas eran los únicos que todavía aspiraban al título. De todos modos, sus chances eran mucho más modestas, si se considera el endeble empate conseguido ante España y el agónico triunfo ante el mecanizado equipo sueco. El 16 de julio, Uruguay ingresó al fastuoso Maracaná para enfrentar al local Brasil. Con el empate, el verdeamarillo se consagraba campeón. El 1 a 0 inicial conseguido por Friaca desató el festejo anticipado. Los uruguayos alcanzaron la hazaña: un gol de Schiaffino y otro de Ghiggia silenciaron a la multitud. Uruguay logró su segundo Mundial, y nació la leyenda del Maracanazo

Sedes: Río de Janeiro, San Pablo, Recife, Curitiba, Porto Alegre, Belo Horizonte
El estadio de la final: El Maracaná, la capacidad normal en aquella época era de 183.554 personas y fue inaugurado en 1950. Se construyó para el torneo con una duración de realización de 22 meses. A la final concurrieron 199.854 personas, la mayor cantidad de público en un estadio en toda la historia
Goles Convertidos: 88 en 72 partidos
Gol número en un mundial: Chico (Brasil)
Total de Espectadores: 1.337.000
Ingresos : Francos Suizos 384.000.000
La vestimenta: En la camiseta se agrega el cuello tipo chomba. Aparecen los números de atrás de la camiseta de acuerdo con la posición del jugador en la cancha
La pelota: Se utilizó la pelota de tiento con válvula. En Europa se empezaba a experimentar con material plástico.
Los números del mundial:
4,66 fue el promedio de gol de los brasileños en la fase final
8-0 fue la mayor goleada del mundial, en la victoria de Uruguay frente a Bolivia
El goleador: Ademir (Brasil)
La figura: Obdulio Varela (Uruguay), jugó para Wanderers y Peñarol. Debutó en la selección en 1939 y su último mundial fue en 1954
El equipo ideal: Ramallets (España), Gonzalez (Uruguay), Tejera (Uruguay), Bauer (Brasil), Varela (Uruguay), Puchades (España), Zizinho (Brasil), Schiaffino (Uruguay), Ghiggia (Uruguay), Ademir (Uruguay), Gainza (España)
Anécdotas: El encuentro que sostuvieron Brasil y Yugoslavia el 1º de julio de 1950 en Río tuvo algunas particularidades. El partido comenzó con los yugoslavos en inferioridad numérica: Rajko Mitic se golpeó la cabeza en el túnel cuando se dirigía a la cancha. La herida fue profunda y debió ser atendido en vestuarios. Pese a ello, el árbitro Mervin Griffiths de Gales obligó a iniciar el partido. Los yugoslavos, tratando de impedir el comienzo, volvieron a los vestuarios en forma rápida. Hubo discusiones. Finalmente, el partido arrancó y Mitic ingresó a los 10 minutos del primer tiempo
Ary Barroso, autor de algunas de las sambas más difundidas de Brasil, alternaba su actividad musical con el relato. Hincha del Flamengo, transmitió la final del Mundial 50 para una de las emisoras más escuchadas de su país. Cuando Gigghia alcanzó el gol del triunfo uruguayo, su voz se quebró para sólo repetir : "Yo ya sabía... Yo ya sabía...". Después del partido, el artista anunció: "No relato más". Y cumplió
El escándalo: A los empujones, Jules Rimet fue a entregar la Copa al campo de juego. Bajó por las escaleras y sólo escuchó silencio. Los brasileños sepultaron los festejos y los ceremoniales. La alegría devino en lágrimas. Fue la única oportunidad en la que un campeón no tuvo el reconocimiento protocolar adecuado.
La Final
Quizá la mayor sorpresa en la historia de las finales, el decisivo Uruguay-Brasil del 16 de julio dejó un largo collar de anécdotas, vivencias, gozos y dramas. El gol de Friaca conseguido apenas iniciado el complemento no desvió en nada el objetivo uruguayo. Obdulio Varela recogió el balón, ensayó alguna protesta y esperó que la multitud acallara. Recién allí reabrió el juego. Veinte minutos más tarde, un desborde de Ghiggia fue capturado por Schiaffino, que derrotó a Barbosa. Empate y primeros murmullos. Luego, otra vez Ghiggia enloqueciendo a Bigode, su marcador, y su disparo que se cuela entre los dedos del arquero local. Fue 2 a 1. Fue el Maracanazo. Uruguay campeón por segunda vez en la corta historia de la Copa. La parábola charrúa de cambiar derrotas parciales por triunfos epopéyicos se inició en 1930 y finalizó veinte años más tarde